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viernes, 1 de octubre de 2010

Heridas dificiles de sanar.

Un día como cualquier, un niño se encuentra divirtiendo con un juguete construido por su madre que con tanto amor y sus delicadas manos le entrego a su hijo. Con un cordón de zapato viejo y una lata de sardina, jugaba por horas y horas, su madre con su mirada de amor, no se cansaba de verlo jugar, juntando unas cuantas piedras del suelo y con sus tiernas manitas las guardaba en ese simple instrumento para muchos, pero la diversión de horas y horas para ese niño de 4 años.
Pasaron las horas y aquel niño no se cansaba de aquel juguete que el lo llamaba carro recolector. Al caer la noche el niño entra a su casa dispuesto a seguir su diversión, tomo una hoja blanca para el, ya que era hojas reutilizadas, quién sabe con cuantas cosas escritas en la parte trasera, pero el sin tomarle ninguna importancia, tomo aquel papel y sus lápices de color y comenzó lo que para el era una obra de arte. Ya a altas horas de la noche, llegó el momento que para todo niño es aburrido, el de acostarse, pero aun sin terminar su obra de arte, aparece el que en ese momento fue su padre, el que lo cuidaba mientras su madre trabajaba duro para ayudar a los gastos de la casa, ya que en aquellos tiempos, era difícil sacar adelante a 4 niños, una casa y gastos extras, aquel padre que se entregaba a sus 4 hijos para demostrar eso que tantas veces no veíamos, el amor de un padre.
Pero después de ese día eso cambiaría rotundamente, aquel niño que se disponía a terminar el dibujo que con tanto esmero hacía, pero por el simple hecho de decirle a su padre que lo llamaba para lavarse los dientes: ya voy, estoy terminando mi dibujo, el con su forma de padre no dado a los sentimientos, ni mostrarlos con sus hijo, de un momento a otro se dirigió a donde estaba aquel niño y sin momento de explicación de nada, tomo a su hijo el cual sin saber el porque de su reacción, lo arrastro desde la sala del comedor en donde se encontraba hasta el baño sujetándolo con su mano fuerte y áspera, tomó su pequeña cabellera y lo obligo a cepillarse los dientes, el niño envuelto en dolor y con lágrimas en los ojos se dispuso a hacer lo que su padre lo obligo de la peor manera a realizar. Desde ese día el niño nunca volvió a ser el mismo con su padre, esas son heridas difíciles de sanar.
Al pasar el tiempo, aquel niño que en su momento tenía 4 años y a la fecha ya es un joven de 21 años, aun se pregunta el porque de esa reacción, con un nudo en la garganta aun se hace esa pregunta, pero ya no ve a su padre como el malo de la película, ya que entendió que aunque esa no es la forma de obligar a un niño a realizar las cosas, supo que el es su padre a pesar de todo es su padre, el que lo cuido durante mucho tiempo, que le dio un hogar, amor, que pocas veces nos enterábamos que dentro de ese ser existía. Sin importa las causas aquel niño de 4 años supo encontrar eso que con tantas lágrimas y dolor, le otorgo a su padre, eso que muchos no pueden ofrecer y otros que lo dan a medias o por compromiso, eso que en sus 6 letras dicen a gritos la mayor expresión de amor, eso se llama el perdón, y aquel niño lo encontró después de mucho tiempo.
Pero en su mente quedará el vivo recuerdo de esa noche fría y llena de dolor para un niño de 4 años.